Hola [Libre]

Soltó un sonoro suspiro. La vida glamurosa de una suprema no era lo que había pensado. El aburrimiento era insoportable, tedioso y cansado. Dejó los papeles sobre el rustico escritorio de caoba, tan viejo que incluso sentía que debía tratarlo con respeto. Se puso de pie y estiró su espalda. Wanda era la suprema más joven de todos los tiempos, un record según decían, sin embargo sentía cómo el peso de la responsabilidad de un aquelarre tan antiguo y numeroso absorbía sus energías a grandes cantidades. A pesar de todo su esfuerzo y dedicación había aceptado ya que no podría tener contenta a su gente. Si no la recordarían con aprecio al menos lo harían por su fortaleza e impecable mano dura. Se había jurado a sí misma que no se tocaría el corazón a la hora de reprender a quien sea y que volvería a poner en alto a las que son las desentiendes de las autenticas primeras brujas que nacieron a este mundo.

Paseo su vista por el amplio estudio que disponía completamente para ella sola. Decidió estirar sus piernas y caminar un poco. Llego hasta los grandes libreros que ahí se encontraban. Si bien la biblioteca de ardus era grande e imponente, los libros más importantes, las copias únicas y de gran valor se encontraban ahí, junto a ella. O casi todos. Deslizó su delicada mano por los lomos de tales reliquias. Sonrió al pensar que quizá algún día su nombre se encontraría en un libro de igual valor que los que ella misma poseía. Volvió a suspirar. Aunque tuviera sus metas claras, no podía negar lo monótono que todo era. De golpe la memoria de su amada abuela inundó sus pensamientos. Recordó las risas, las travesuras, los secretos y aventuras que vivió con ella. Recordó lo emocionante que era pasar el tiempo a su lado. Revivió el amargo sabor de su boca al recordad que estaba muerta, que la había dejado sola en este mundo sin nada más que la magia. La misma magia que le enseñó a creer. Una fuerte presión en su pecho advirtió sus repentinas ganas de llorar.